La camarera simpática

La pasada semana las tropelías rabaneras empezaron el jueves. Hasta ese día había permanecido muy tranquilo pero una llamada telefónica de TB rompió la tranquilidad en la que me había instalado, y mi lado más sinvergüenza y pervertido salió disparado a recibir a esta chica a la puerta de mi casa en pelota picada. Cuando abrí la puerta pude ver como sus pupilas se agrandaban de la grata visión que estaba contemplando. Le di un besito y le dije que cerrara la puerta. Empecé a caminar delante de ella todo chulo y al quinto paso ya me dio un cachete en el culo y ya no quito la mano……

A la mañana siguiente yo tenía que ir a trabajar y me levanté como siempre mientras ella quedaba acurrucada en cama dándome mucha envidia. Creo que es enfermera y ese día entraba a las tres. Después de darme una ducha voy hasta el armario que está al lado de la cama, elijo un gallumbo y me lo pongo despacio bajo su atenta mirada. En ese momento ella se sienta en el borde de la cama y con mucha delicadeza me lo quita mientras yo sigo de pie y allí mismo empieza a cantarme al karaoke un maravilloso “hit parade” en versión “extended song” que cuando llegué a la oficina todavía me duraba la mueca de satisfacción. Pasaba la mañana pero cada vez que recordaba el supermamadón que me había hecho TB me empalmaba, así que como de quien no quiere la cosa me fui al sevicio y me tiré una paja pensando en el momento. No sé si en los convenios colectivos se especifica algo sobre la masturbación en el puesto de trabajo, así que ignoro lo que podría haberme pasado si me pillan. Pero seguro que nada grave, más allá del ridículo, porque las sensibilidades actuales se sentirían mucho más agraviadas si encendiera un cigarro que si me hubiera sacado la picha en plena oficina para aliviarme delante de todos. Al fin y al cabo, ningún estudio ha demostrado que la emulsión de esperma contamine el ambiente como el humo, ni tampoco existe el concepto de masturbador pasivo, cuya salud quede quebrantada por la gayola que se está haciendo otro. Es más, en estos tiempos de corrección política y discriminación positiva, las multinacionales no despiden a quienes sufren cualquier tipo de impedimento, sino que les buscan una solución. Igual que hay guarderías en las empresas y plazas de aparcamiento para minusválidos debería haber espacios habilitados para tirarte una paja, que actualmente como necesites hacerlo varias veces al día acabas gastando fama de adicto a la cocaína.

El sábado fuimos a Santiago un colega y yo. De camino había enviado un sms a M, una tía de allí, pero no hubo respuesta. Fuimos a cenar a un restaurante en la calle del Franco, en el casco viejo. Nos atendió una camarera muy simpática que al final, entre risas, vaciles y picadas se quiso venir con nosotros. La esperamos fuera a la hora que nos había dicho que salía y nos llevó a su casa, sin conocernos de nada. Allí nos hicimos los tres unos cubatas y ella se fue a duchar. Al poco rato buscando el servicio me metí en su habitación. Se acababa de poner el tanguita (tenía el coño depilado) y estaba sin sujetador. No se cortó ni un pelo y se puso a hablar conmigo mientras se vestía. Empezaba a creer que podíamos follar los tres juntitos esa noche.
Salimos a la calle, y después de varios locales y varias copas la cosa pintaba muy bien. Mi colega y yo ya le habíamos comido el morro varias veces y ella se dejaba arrastrar por la situación, pero de pronto todo pegó un giro radical. Le habían robado el bolso con la cartera, el móvil, las llaves de casa, las llaves del coche y las llaves del restaurante donde trabajaba. Nuestro gozo en un pozo. Del disgusto empezó a llorar y ponerse muy nerviosa. Eran las cuatro y media de la madrugada y después de hablar con los dueños del local nos dijeron que esperáramos a que toda la gente saliera y quedara vacío. Hubo suerte y apareció el bolso en un rincón del local por lo menos con las llaves. Faltaba todo lo demás. Llorando como una magdalena la acompañamos a poner una denuncia a una comisaría. Entre unas cosas y otras nos dieron las nueve de la mañana. La acompañamos a su casa y quiso que subiéramos. Le comentamos que si necesitaba dinero se lo prestábamos sin ningún problema pero no lo quiso. Ella se cambió de ropa y antes de marcharse a trabajar nos dijo que habíamos sido muy amables y que durmiéramos un rato en su casa para no conducir muertos de sueño. Al marchar que cerráramos la puerta y punto. Cuando quedamos solos mi colega me dice: ¿qué hacemos ahora? Nuestra mirada se volvió salvaje y adoptamos forma de Anubis -vamos a cotillear un poquito por la casa a ver si tiene fotos en bolas o videos follando- y empezamos a mirarlo todo. Su habitación, su ropa interior, sus papeles, sus fotos y hasta los archivos de su portátil que no le tenía clave. No encontramos nada bizarro. Luego fuimos a la cocina a desayunar y le saqueamos la cocina. Nos bebimos y comimos todo lo que había y decidimos marcharnos de allí. Antes de cerrar la puerta le digo a mi colega: “no sé si llevarme la lámina enorme que tiene en la pared, es que me encanta”. Nos empezamos a descojonar de la risa. Al final la dejamos en su sitio.

Hoy le envié un correo preguntándole que tal estaba y me contestó que nos habíamos portado muy bien con ella y que le llamáramos cuando volviéramos por ahí.
Ya tenemos casa para cuando regresemos a Santiago, que way¡¡
¿Nos dejará meter tías en su casa?
jejejejeje