Estrategias nocturnas para dos tías bien buenas (1ª parte)

Cada vez que sales por ahí a tomar unas copas es raro el local en donde no haya una o varias tías que son verdaderos monumentos, con unos cuerpos llenos de sabrosas y excitantes curvas, de caras tan bonitas que le comías hasta las lagañas, y para rematar el colmo de la perfección, cualquier trapito que se ponga le queda como si se lo hubiesen hecho a medida.
También se puede observar que a todos estos bollazos no paran de entrarles tíos que prácticamente se les puede ver la baba colgando antes de empezar a hablar, y ellas, acostumbradísimas de más a recibir cada día cientos de piropos y sabiendo que están más buenas que una caja de bombones suizos del tamaño de una piscina, tardan sólo unos minutos (en algunos casos segundos) en merendarse con patatas al aspirante a amiguito suyo y dar la vez a la siguiente víctima con la prepotencia que da el saberse deseada por todo el mundo mundial.
¿A quien no le ha pasado o no lo ha observado alguna vez?
La pregunta es estúpida, a todo el mundo, y a mí un montón de veces.
Pero esto me ha ido enseñando y, a base de estrellarme una y otra vez contra la misma pared, poco a poco le he cogido el punto a estas situaciones.

El sábado pasado un amigo y yo estábamos tomando unas copas en un local que es muy largo y a la vez estrecho que estaba petado hasta la bandera. Empezamos por el principio tanteando al personal y hablando con algunas tías pero de suave, sin enseñar ninguna clase de munición, sin que se nos viera el plumero hablando claro.
Pero de repente, delante de nuestros ojos, dos pedazos de tías que flipas. Nos ponemos a su lado pero ni las miramos y no les hacemos ningún caso. En cambio, al resto de los tíos que estaban a su alrededor se podía ver como las miraban embobados y con la baba colgando y en ese estado, los que se atrevían a hablar con ellas al poco tiempo regresaban con las orejas gachas y caras de gilipollas. Mi colega y yo a lo nuestro, sin hacerles ni puto caso. Estábamos haciendo exactamente lo contrario que ellos, lo que ya nos convertía en diferentes al resto.En un momento en que ellas quedaron libres, me pongo de espaldas a una de ellas y a propósito busco el contacto con su cuerpo, entonces me giro y le digo con cara seria y tono un poco borde:
-Oye…perdona pero me estás tocando
-uy que delicado es el niño- me contesta ella
- si, soy delicado y por eso no quiero que me sigas tocando.
Ella y la colega quedan flipadas con la contestación y pensando que soy un borde me dice:
-vale, pues lo siento,
-pues que no se vuelva a repetir, y si me vuelves a tocar……….(silencio)……..por lo menos que sea un poquito más abajo. Contesto yo soltando una sonrisa pícara.
Ellas sueltan una carcajada y ya aprovechamos mi amigo y yo para empezar una conversación divertida con ellas bajo las atentas miradas de envidia del resto de los maromos y alguna que otra maroma. Ellos se cansaron de decirles a ellas lo guapas y maravillosas que eran y no se comieron nada. Y llegamos nosotros y sin ningún piropo les ganamos la partida porque habíamos vuelto a ser diferentes al resto.El tema estaba saliendo de maravilla, así que les propusimos que se vinieran con nosotros a tomar una copa a otro lado y aceptaron encantadas. Y salimos de aquel local largo pero estrecho los cuatro con la peña haciéndonos prácticamente el pasillo de campeones.

Continuará……………